lunes, 2 de junio de 2025

Stereolab, "Instant Holograms on Metal Film"

 




Asistimos a la empecinada certeza de que el mundo tal y como se conoce desde hace ya más de doscientos años es una soberana tomadura de pelo. El triunfo de la burguesía tras la Revolución Francesa -junto con el advenimiento de la Industrial- solo trajo un cambio de cromos -o una extensión muy medida de la colección- y el consiguiente mantenimiento de la estructura piramidal, ergo jerárquica, que nunca va a laminarse con protestas pacíficas, entrismo institucional, oportunismo socialdemócrata o burocracia socialista. El trampantojo globalizador sirvió para mantener entretenido al personal hasta la siguiente amenaza de una guerra mundial, que es cuando el capitalismo necesita restructurarse y adecuarse a las resituaciones que imponen, entre otras, la debacle medioambiental, la salud mental mundial y el agotamiento de las fórmulas democráticas grises o de las exóticamente dictatoriales. Por eso se ha impuesto en los últimos años esa promoción de fantoches fascistas, bufones mediáticos sin mayor objetivo que el de seguir socavando el sentido común con el objetivo de rentabilizar sus vidas gracias al control de los medios de (des)información y a la docencia de la hijoputez más rastrera. Una manera híbrida, como cualquier otra, de tratar de seguir sacando a flote un status quo pestilente e inhumano.

Para los que pensamos que el marxismo no es -y nunca ha sido-, ni por asomo, una solución o siquiera una estrategia válida para darle la vuelta al panorama, y tenemos claro que se ha quedado tan solo en una teoría a ratos decente de cómo diagnosticar los problemas (y nada más), aun así escuchamos con interés y empatía a quienes, como en el caso de Stereolab (reconocidos situacionistas de este último asunto), van más allá de recetas endebles y buenrollismo endémico para poner el dedo en la llaga más allá de cortoplacismos: que el problema es -básicamente- el dinero, las bolsas mundiales, el control de la violencia y esa especulación constante sobre la que se basa el funcionamiento de una élites dirigentes obscenas por naturaleza y cutres éticamente.







Sus mensajes políticos siempre han estado al cabo de entrevistas y debates con grupo, en la carrera en solitario de Laetitia Sadier o en cualquiera de los numerosos proyectos paralelos o previos en los que se han visto imbuidos desde los años ochenta Sadier, Gane y compañía. Ese atrevimiento, a juego con su fórmula sonora, nunca pasaron desapercibidas para el público más curioso e insobornable. Y esa coherencia y calado ideológico se trasladan siempre a un repertorio que apenas ha sufrido grietas -si acaso contados momentos de cierta y comprensible apatía por parte del público ante la avalancha de lanzamientos- desde que fundaran The Groop hace ya tres décadas y media.

"Instant Holograms on Metal Film", su vuelta a la actividad después de tres lustros de silencio, nos devuelve a unos Stereolab en buena forma, de nuevo pletóricos tanto en su mercurial argamasa sonora como en el engranaje vocal, con la incorporación sobre todo de Marie Merlet -compañera de Sadier en Monade- en los soportes, cubriendo de alguna manera el hueco que Mary Hansen había dejado vacío desde su deceso en 2002.





El vitriolo ideológico está plasmado con más contundencia si cabe que nunca: “We can’t eat our way out of it/We can’t drink our way out of it no more/The juncture invites us to provide care/Dying modernity” cantan en "Aerial Troubles", el single por antonomasia del disco junto a la soberbia "Melodie Is a Wound", esta última ampliada con la acostumbrada digresión estructural que el grupo ha practicado con frecuencia a lo largo de su ya larguísima trayectoria. Y por nombrar otras destacadas: el cupo pastoral tiene su representación en un corte como "Immortal Hands", el guiño ye-yé lo está en "If You Remember I Forgot How to Dream Pt.1", y el bálsamo soft-pop se corresponde con la exuberante "Flashes from Everywhere".

Stereolab ahondan en la particular ensalada de post-pop, psicodelia retrofuturista, tropicalismo pálido, vanguardia analógica y lounge hirsuto que les hizo ser considerados, con toda la razón, uno de los combos inventores de los pasados años noventa. Y lo que hace que "Instant Holograms on Metal Film" sea evaluado con un entusiasmo que en principio no debería ser viable constatando su longevidad es por la frescura con la que remozan una y otra vez su propio sonido, que construyeron desde el principio a base de intuición y conocimiento enciclopédico de "otras músicas" posibles. No parece que el tiempo haya pasado por ellos: lo que pesa más bien son los lapsos de unas marchitas actualidades a nuestro alrededor que van inexorablemente ligadas a un estrepitoso declive hacia el más oscuro de los abismos.

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