lunes, 19 de mayo de 2025

Bais, "Radical Pop"

 



La escena italiana actual está que arde. Y no solamente por los destacadísimos discos de este año de Marianne Mirage o Giorgio Poi (artistas, por cierto, con una carrera ya consolidada), sino por la buena salud que el pop de baile electrónico ostenta en el país transalpino como mínimo a la hora de hacer hits, como dejamos expuesta en su día aquí.

El tercer lp del udinés Luca Zambelli se suma a este entusiasmo desinhibido. Se ha rodeado, con buen criterio, de algunos colaboradores de pasadas entregas suyas: Mateo Cantagalli a.k.a. Galeffi y Walter Ferrari a.k.a. I Miei Migliori Complimenti en labores de co-escritura, y en el caso de Carlo Corbellini de Post Nebbia ahora ha delegado en este último las funciones de productor, para atinar esta vez con la colección de pequeños himnos más preclara de Bais hasta la fecha. Desde luego que se nota la mano del máximo responsable de "Entropia Padrepio" a la hora fortalecer con profundos teclados y guitarras de efectos inmediatos el potencial mitad synthpop mitad new wave de estas canciones.






El ímpetu inicial funciona a las mil maravillas y nos mete de lleno en ambiente. "Serpenti" y "2024", con sendas letras de alarmas tanto externas como de pareja, mezclan la ciencia ficción retro con el conflicto post-adolescente, bañadas en ritmos y melodías que van subiendo el nivel de manera exponencial. "Freddo Cane", "Calvin" ("la lingua del capitalismo") o la muy pimpante "Vino Naturale" ("Para arruinar una canción/¿Cuántos acuerdos debo firmar?/Creo que tengo que llamar a ese amigo mío del sindicato de la industria musical") parecen apuntar a sendos -y tímidos- intentos por hacer textos que reevalúen una serie de críticas más allá de los cuentos de desamores, dudas sentimentales y fiestas interminables.

Los medios tiempos, como la muy Blondie "Silicone", también fluyen con bastante efectividad y sin necesidad de intentar inventar la rueda. Y las baladas propiamente dichas -"E Poi", "Motivo", "Avvoltoi"- también van bien nutridas de irisación y sinuosidad armónica. La segunda de esta tanda, además, se interna por esas rutas de space disco tan exploradas por sus paisanos en los años setenta del pasado siglo. Y todas, normalmente, hunden sus raíces en el pop radicalmente tradicional de aquellas series históricas de festivales en blanco y negro y melaza cadenciosa.

Mucho mejor esto, y más sano, que productos malamente recalentados como Viagra Boys (¡glups!) o Cheekface. Muy en serio lo digo.

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