martes, 9 de septiembre de 2025

Artículo recuperado: The Jazz Butcher, los años restaurados (Canino)

 



El magazine digital Canino dejó de actualizarse en 2020, pero hasta hace bien poco todavía podía consultarse todo su contenido en la red. Al darme cuenta de que esto último ya no es así, decido recuperar para el blog los siete artículos que escribí para ellos. Cuelgo los contenidos íntegros con muy puntuales correcciones, fotos diferentes de las que acompañaban la publicación original y, en los casos donde así sea, con otros vínculos de videos si los que se insertaron en su día ya no están disponibles. 

La siguiente reseña se publicó en su día solo para suscriptores de la página, por lo que esta es la primera vez que se puede leer 'en abierto'.


Hay una estirpe de grupos que solo puede entenderse bajo la bruma que tapiza el paisaje inglés y la docencia de los pubs mientras se adhiere a la incontinencia poética, la aspereza interpretativa o la inmunidad al desaliento. Aunque la música norteamericana –en su sentido más amplio- siempre estuvo –y está- indefectiblemente en los respectivos radares de todos ellos, jamás han podido desprenderse de su insobornable flema británica. The Blue Aeroplanes, The Bitter Springs, Jack, The Band Of Holy Joy, los más recientes Stornoway o nuestros protagonistas, The Jazz Butcher (por citar solo unos cuantos ejemplos cogidos al vuelo) están hechos de una pasta intransferible, romántica, y –muy a su pesar- perdedora; una idiosincrasia difícil de trasladar a otras latitudes –pienso en todo caso en células de similar destino, pero sin salir del mundo anglosajón, como los australianos The Triffids o los irlandeses The Pogues- debido a una mutabilidad estilística producto del (constante) reciclaje sonoro y tribal, del vicio melómano y de unas canciones tanto al servicio de cientos de referencias a la cultura popular como al auxilio de las eternas heridas del corazón.




El grupo de Oxford liderado aún hasta nuestros días de manera férrea por Pat Fish (en el fondo siempre se trató de un invento suyo) es noticia este agonizante año (2017) por la necesaria reedición de sus –cuatro- primeros discos –gracias eternas a la histórica Fire Records por hacerlo realidad-, los que comprenden el periodo que va de 1983 a 1986 y que coincidieron con su permanencia en el pequeño sello Glass (fundado por David E. Barker, líder del grupo post-punk del mismo nombre, esto es, Glass) donde también compartirían residencia editorial artistas tan dispares como David J., -bajista de Bauhaus y posteriormente de los propios The Jazz Butcher-, The Pastels o Spacemen 3. Recogidos en un hermoso estuche –título genérico: “The Wasted Years”-, son cuatro documentos que aúnan como pocos el libertinaje expresivo del post-punk, la singularidad indie –cuando esta última etiqueta tenía algún sentido y no era, como hoy, un contenedor cuasi-infinito de clones insípidos- y el heterodoxo espíritu del rock’n’ roll.





“Bath of Bacon” (Glass, 1983)

A principios de los ochenta Patrick Guy Sibley Huntrods, más conocido como Pat Fish, es un joven londinense auto-exiliado de la capital que vive a caballo entre Oxford y Northampton y tontea musicalmente con –anecdóticos- grupos locales de ambas ciudades –The Tonix serían los más rescatables- hasta que decide empezar a escribir sus propias canciones entre los efluvios del soul de sellos como Stax o Atlantic, las neblinas tenebrosas y/o aguerridas –Joy Division, Suicide, los inevitables Sex Pistols- y la caricias de finos estilistas como Django Reinhardt: solo con ingredientes tan imprevisibles entre sí podían cocinarse entonces grupos tan personales y dadivosos. Dichas composiciones, cocinadas en el tedio del hogar de manera tan rudimentaria  como atrevida –DIY, cariño-, salen de la habitación de Fish para tomar cuerpo en un estudio profesional con el apoyo de un grupo improvisado integrado ya por íntimos como Max Eider –su mano derecha desde entonces y serio competidor artístico al final de la primera época- y unos cuantos amiguetes de farra aportando su granito de arena para ir aligerando los días de grabación.

“Bath of Bacon”, el debut de The Jazz Butcher, conserva intacto, casi 35 años después, ese espíritu espontáneo no por poco estudiado menos conseguido alrededor de una sucesión de pequeñas humoradas sostenidas en acordes que van del jazz –había que revestir de significante práctico la muy fortuita elección del nombre del proyecto- y el swing paganos –“Party Time”, un clásico de su repertorio- al funk-punk –“Jazz Butcher Theme”, a medio camino entre James Brown y A Certain Ratio-, pasando por el folk nerd –“Bigfoot Motel” o “Zombie Love”, muy a juego con los por entonces también pujantes Violent Femmes-, la psicodelia juguetona –“Chinatown”-, la chanson –“La Mer”- o el rock’n’roll primordial –“Bath of Bacon”-. Una toma de contacto divertida –con la chispa retórica de Bonzo Dog Band o The Mothers of Invention circundando el apartado de las letras-, deslavazada y fundamentalmente inocua, pero que se cerraba con una de las incipientes muestras de esa sensibilidad a flor de piel que no dejarían de desarrollar en siguientes producciones: “Girls Who Keep Goldfish”, una estupenda tonadilla pastoral que no hubiera dudado en firmar el mismísimo Robyn Hitchcock





“A Scandal in Bohemia” (Glass, 1984)

Holmesiano título para el primer largo verdaderamente importante de Fish y compañía. The Jazz Butcher empiezan a parecerse a un grupo serio y no una mera ocurrencia más o menos aguda: la culpa la tienen los ensayos continuos para promocionar el primer disco y, de paso, empezar a armar un nuevo y más sólido catálogo.
Con una formación ya más establecida (Fish y Eider a las guitarras y voces, David J. al bajo y Owen Jones a la batería), arranca con uno de los hits impepinables del primer indie: “Southern Mark Smith (Big Return)”, dedicada al verdadero bigmouth de Manchester, o sea, el sempiterno líder de The Fall, un (t)urgente y ágil himno aliñado a base de innumerables escuchas de The Modern Lovers, otro de los grupos inexcusables en el jukebox de Fish y asociados. El espíritu de Jonathan Richman, líder de los Lovers –con el advenimiento de papá Buddy Holly- vuelve a asomar en “Soul Happy Hour”,  y cosas como “I Need Meet”, “Girlfriend” –otro básico en sus conciertos- o “Just Like Bate Page” les alinean casualmente con el Nuevo Rock Americano, aunque con bastante más frescura que la inmensa mayoría de las bandas adscritas a esa corriente. No falta el funk afilado, amenazante y revolucionario en “Marnie (Muscovite Mix)”, y todavía hay hueco para el blues lacerado en la onda Nick Cave“Caroline Wheeler’s Birthday Present”- o el pop trovadoresco vía Clive Pig“Mind Like A Playgroup”-. Se cierra con “My desert”, ebrio vals que desde los primeros compases empuja a la desatada celebración fraternal. 

Un disco intenso y desgraciadamente ninguneado en el presente, repleto de pequeñas grandes gemas electroacústicas que añadir a la excelente cosecha de largos facturados en el año de su publicación. 





“Sex and Travel” (Glass, 1985)

Como suele ocurrir tras un disco con muy buenas críticas como “A Scandal in Bohemia”, que les había permitido los meses siguientes emprender un gira por toda Europa, la composición del siguiente disco tocaría engarzarla a duras penas entre desplazamiento y desplazamiento, encomendándose a la inspiración del estudio de grabación para darle el toque final. Así se pergeña fundamentalmente “Sex and Travel”, un breve álbum hecho sobre la marcha que, en palabras del propio Pat Fish, acaba teniendo un algo de “disco conceptual” al coincidir en él varios textos alusivos a la Guerra Fría que por entonces aún gozaba de plena implantación –ahí están títulos tan esclarecedores como “President Reagan’s Birthday Present”-. Destacan la inicial “Big Saturday”, “Holyday” –muy en la línea del pop victoriano que practicaban XTC por aquellos años-, “Walk with the Devil” –que no hubiera desentonado en el pantanoso repertorio de, por ejemplo, Crime & The City Solution- y el up and down rítmico de esa preciosidad que lleva por título “Only a Rumour”.

“Sex and Travel” supone la despedida del David J. para irse a fundar a continuación Love and Rockets, aunque el ex-Bauhaus no ha dejado de mantener una saludable amistad con Fish, subiéndose juntos al escenario de vez en cuando para rememorar los tiempos pasados.





“Distressed Gentlefolk” (Glass, 1986)

Fin de la primera etapa, además de despedida –temporal- del segundo de abordo –Eider- por desavenencias y celos a la hora de aportar material. Eider no solo lleva aportando ideas activamente desde “Scandal in Bohemia”, sino que va creciendo como compositor de tal manera que la incipiente bicefalia en el grupo parece empezar a amenazar el liderazgo de Fish; esos son algunos de los motivos por los cuales tras “Distressed Gentlefolk” Eider abandonará la formación e iniciará una guadianesca –y exquisita- carrera en solitario para retornar al grupo más de una década después y reintegrarse –de manera siempre intermitente, eso sí- en los dos últimos –y loables- discos hasta la fecha de The Jazz Butcher: “Rotten Soul” (2000) y “Last of the Gentleman Adventures” (2012). En “Distressed” Eider contribuye sin lugar a dudas con la joya de la corona: ese “Who Loves You Now?” –jazz-pop de línea clara y alma de estándar- que sobresale de manera incuestionable dentro de otra colección no obstante harto recomendable. Desde la descaradamente country “Falling in Love” hasta las canciones-río “Still in the Kitchen” y “Angels” –que recuerdan tanto a The Apartments, otros malditos vocacionales-, sin olvidarnos de “Nothing Special” –el himno de rigor al que ya nos iban acostumbrando- o “Domestic Animal” –que va creciendo con su aire entre tabernario y atmosférico-, “Distressed Gentlefolk” certifica el mejor estado de forma del combo desde su fecha de nacimiento y se convierte por derecho propio en uno de los clásicos perdidos de la década de los ochenta.




La misma consideración de clásico es otorgable a “Fishcoteque” (Creation, 1988) –no recogido en “The Wasted Years”-, primer álbum de unos remozados The Jazz Butcher ya con Fish como único miembro original –también había abandonado la nave Owen Jones-, que supone su despedida de la década. Posteriormente, y a excepción del muy destacable “Iluminate” (Creation, 1995) –firmado como The Jazz Butcher Conspiracy- y los –ya citados- dos últimos discos del proyecto, el resto de la trayectoria de Pat Fish puede calificarse de discreta, lo que nunca dejará de ser óbice para reconocer que han manufacturado al menos cinco o seis álbumes que están entre lo mejor y más sincero de la música británica de las últimas décadas.



Publicado en Canino el 28 de Noviembre de 2017

No hay comentarios: