Te ha pasado unas cuantas veces: eres invitado o invitada a una fiesta o reunión de amigos donde no tienes a priori un vínculo demasiado cercano con estos, pero ya sea por curiosidad o compromiso acabas aceptando, presintiendo que aprovecharás la ocasión para largarte a la mínima oportunidad, ya que tiene pinta de convertirse en otra jornada de hastío o postureo inane. Nunca has tenido demasiado feeling con el anfitrión y, para más inri, te enteras de que van a acudir otros personajes de similar enjundia.
Aun así, vas con todas las precauciones del mundo. La cosa adquiere un cariz inesperado cuando coincides en esa misma reunión con viejos conocidos -llamémoslos por sus nombres: Ben y Vini- cuya presencia te sorprende y, llegado el caso, hasta te alienta a continuar porque si están estos es que algo hay. En efecto: el anfitrión de repente te parece un tipo encantador, las colegas majísimas, la bebida deliciosa. Estás tan a gusto que te apuntas a quemar el resto de la noche en ese mismo sitio.
Nunca me gustó Blood Orange. Pasé por todos sus discos anteriores con esa sensación de indiferencia que dan los productos destinados ante todo a tratar de epatar al personal y a resolver de cualquier manera las prisas de los "descubridores" hipsters que vienen a colgarse medallas -mayormente inmerecidas- con la tendencia y la ansiedad como único horizonte. Los discos de Devonté Hynes con la marca Blood Orange me parecieron siempre un batiburrillo estilístico inconcreto, casual. Hasta "Essex Honey", que ha supuesto la gran sorpresa de la temporada. Un disco que es, afortunadamente, otra cosa muy distinta, un disco muy serio en todos los sentidos.
Después de un hiato de siete años que son los que han pasado desde su anterior "Negro Swan" -y dedicado en todo este tiempo a la elaboración de diversas bandas sonoras-, y marcado por el fallecimiento de su madre en 2023, "Essex Honey" transpira una madurez y una capacidad hipnótica totalmente ausentes en el grueso de sus grabaciones previas. Ha sido precisamente esa labor más perseverante que nunca tras los últimos scores -ahí a nombre de Devonté Hynes- la que ha proporcionado esa serenidad y calado a sus nuevas canciones. Las melodías, por fin, son plenamente discernibles y disfrutables, y absolutamente todos los colaboradores estrella hacen un trabajo efectivo, arropando con destreza pero cediendo inteligentemente el único protagonismo a Hynes.
Una colección de canciones muy urbana -resuenan las reverberaciones al piano tipo The Blue Nile en más de una-, ideal para escuchar en las horas muertas previas al descanso, donde esas melodías brotan como si de flores inesperadas se tratara. Meciéndose, con el concepto de la pérdida y la capacidad de consuelo de la música que nos toca adentro fluctuando a nuestro alrededor. El minimalismo de la producción también le sienta muy bien, evitando la distracción hacia aspectos más superficiales o efectistas.
No falta el 'estampado Prince' -influencia nuclear desde siempre- en los falsetes de "Life" (con Tirzah poniendo el contrapunto vocal) o "Westerberg", y la influencia post-punk -determinante en su educación musical y en sus inicios con los primeros grupos- se hace patente en cortes inmediatos y adhesivos como "The Train (King's Cross)" -con Caroline Polachek- o "Scared of It" -aquí interviene el amigo Ben Watt-, que más que parecerse a The Replacements, como se insiste en otras reseñas -y más allá también de la referencia directa en "Westerberg"-, a mí me recuerda más al primer Momus.
Aunque bordee constantemente el auto-sabotaje en estas composiciones -esa manía de torcer disruptivamente la narrativa al final de muchas de ellas-, cosa que le viene de lejos al británico, y en alguna le traicione el subconsciente -"I Listener (Every Night)" lleva implícita parte de la melodía vocal del "Pure" de The Lightning Seeds- "Essex Honey" enamora, fascina gracias a sus partituras lúcidamente delineadas y a ese telón ambiental que te atrapa inexorablemente.
Ya veremos si este disco es un punto y aparte en su discografía, si es el comienzo de algo muy grande, o se queda, como el "Kaputt" de Destroyer o el "Forget" de Twin Shadow -con este último, por cierto, comparte muchos puntos en común dentro del mestizaje entre lo negro y lo pálido-, en un caso de 'one album wonder' de libro. De momento, yo me apunto al siguiente convite. Salir de él horrorizado o enamorado es algo que no puede medirse ahora mismo en certezas.

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