Aún a día de hoy, la denominada música nordestina brasileña -formada históricamente por géneros como el baião, el coco o el forró, siendo este último el más paradigmático- tiene pendiente superar una marcada denotación regionalista que impide que dichos estilos puedan ponerse a la misma altura que otros del mismo país, mundialmente conocidos y valorados, como el samba, la bossa nova o la MPB. En este sentido, apuestas como las del sello alemán Analog Africa, en su incansable labor por rescatar grabaciones trascendentales y/o necesarias de los sonidos latinoamericanos o africanos de décadas pasadas, ha permitido en las últimas semanas la recuperación de una serie de interpretaciones diseminadas en el tiempo -en concreto en el periodo más efervescente suyo- de Ary Lobo, uno de los máximos embajadores de los bailes antes enumerados, viniendo a saldar en parte la atávica desventaja.
Es hora de ir más allá de Elba Ramalho, Chico César o Mestre Ambrósio -habituales en los recopilatorios más socorridos del forró, por ejemplo-, propuestas todas ellas muy respetables, y poner en contexto de manera urgente el punto de fricción con el que la generación de los años cincuenta prendió la llama fonográfica de todos estos ritmos, a través de los discos de Jackson do Pandeiro, Camarão -también repescado por Analog Africa en fechas recientes- o Ary Lobo.
A través de números de Jota Cavalcante, Gordurinha -la conexión sambista, de quien Lobo tuvo a bien grabar su inmortal "Vendedor De Caranguejo", como también hizo Gilberto Gil en su disco "Quanta" que tanto nos marcó a los incipientes consumidores de música brasileña en los años noventa- o Ary Monteiro, Lobo cantaba a todos ellos con imperioso desenfado, con un compás tan preciso como bamboleante, sobre el discurrir cotidiano en su radio de acción más próximo, donde religión y música pagana se funden y confunden con desarmante desenvoltura. Y con el omnipresente acordeón oficiando de orixá revivido.
Aunque "Vendedor De Caranguejo" no aparece en esta muestra, y tampoco "Chiclete com Banana" -también divulgada, entre otros, por Gil-, si se incluye de Gordurinha la versión de Ary Lobo de "Pedida a Padre Cicero", que viene a corroborar el inmenso talento rítmico y melódico de Waldeck Artur de Macedo (nombre real de Gordurinha), una especie de Faustino Oramas "El Guayabero" bahiano, con esa punzante gracia rimadora -marcadamente antiimperialista en el caso del brasileño, por cierto- y esos trepidantes recovecos armónicos que parecen fáciles pero encierran tonalidades nada desdeñables y que proporcionan al forró desde entonces una deslumbrante riqueza, patrimonio de la mejor danza popular.