Ichiko Aoba – “Kamisori Otome” (Sinonome Recordings, 2010)
Virtuosa de las seis cuerdas, la
desarmante belleza de sus composiciones nos invita a viajar al Brasil de
los cantautores de los años sesenta o al folk ácido anglosajón de la misma
época. Apadrinada ni más ni menos que por gente como Taeko Ohnuki, Ryuichi
Sakamoto -como pianista-, Haruomi Hosono o Cornelius, que han requerido sus
servicios para sus propias producciones fascinados por el subyugante potencial
de la de Urayasu. “Kamisori
Otome” (osea, “Razor Maiden”) fue su primer disco, el más inusitadamente
místico, compuesto a los 18 años. Aquí en Spotify.
The Innocence Mission – “My Room In The Trees” (Badman, 2010)
Ya estaban ahí antes de que el
pop cristiano se acabase convirtiendo en una etiqueta tan oportunista o
reduccionista como descriptiva de una forma muy concreta de entender
determinadas posturas vitales a través de las canciones. La estela de la Vashti
Bunyan menos espectral en “The Happy Mondays” o los coros anochecidos que
parecen enlazarlos secretamente con Belle & Sebastian (“God is love”)
mientras sientes en la nuca el aliento de Carpenters son, a modo de ejemplos,
algunos de los estremecimientos que produce este disco y este combo siempre tan
especial, empeñado siempre en hacerlo cada vez más puro y más bonito. Más
información aquí.
Jacqueline Fortes – “Terra D’Nhas Gente” (Harmonia Mundi, 2010)
Senegalesa de nacimiento pero
caboverdiana tanto musicalmente como por rama materna, y residiendo en la
actualidad en París, Jacqueline Fortes regresó después de un silencio de más de
diez años para entregar un soberano disco de coladeira repleto de canciones
adorables y risueñas, con especial habilidad para los estribillos pegadizos. Aunque
el grueso de este repertorio corrió a su cargo, también contó puntualmente con
la colaboración en la composición de históricos colegas caboverdianos también
residentes en la capital francesa como Teofilo Chantre. Aquí en Spotify.
Jamaican Queens – “Wormfood” (Notown, 2013)
Letras entre la depresión y la
violencia, o entre la turbación y la piedad, que acaban desembocando en un
liviano sentido de la redención. Afortunadamente, la esquizofrenia de los
textos encuentra en su coraza musical un espejo donde formalizar la sana
heterogeneidad de su propuesta. The Beach Boys -“Water”-, Marc Bolan -“Kids Get
Away”- o Damon Albarn –“Asleep At The Wheel”- podrían ser los psicoanalistas invocados
para tratar el asunto. Brit-pop glamuroso –y algo trendy- desde el corazón de
Detroit. Más información aquí.
The J. Arthur Keenes Band – “Mighty Social Lion” (autoeditado, 2013)
Glam, pop tórrido, cadencias
‘beatle’, country-pop informal… todo ello en perfecta simbiosis con
programaciones de 8-bits que cuecen y enriquecen. El canadiense Daniel McLay se
encarga de todo: también de contar con una paleta de recursos interminable
consecuencia de una palpable erudición. ‘Casio soul’ y otras finas hierbas. Aquí su bandcamp.
Jens Lekman – “Life Will See You Now” (Secretly Canadian, 2017)
Queda un pelín lejos de “Night
Falls Over Kortedala” (2007), pero tiene suficientes ingredientes para
corroborar que el sueco sigue siendo alguien a quien confiarle muchas horas de
atención. Especialmente extrovertido en ritmos y melodías –se agradece
bastante-, entre lo tropical y lo discotequero, “Life Will See You Now” sigue
derrochando inspiración y maleabilidad. Otro fiable que, con buen criterio,
planea con mucho tiento cada nueva referencia. Aquí en Spotify.
Jerry Paper & Easy Feelings Unlimited – “Toon Time Raw!” (Bayonet,
2016)
En este disco Lucas W. Nathan
aparcó los redundantes sincopados electrónicos que de seña de identidad corrían
el riesgo de convertirse en definitivo lastre y cargante mochila. Por fortuna “Tom
Time Raw!” da el giro hacia lo acústico internándose en texturas jazzie y modos
de crooner que, precisamente, no le aleja demasiado de gente como Jens Lekman -o
Sondre Lerche-. Ahora sí: Big Pop For
Chameleon World. Aquí su bandcamp.
Jimmy Turturici – “Lost Encoded Memories” (Bayonet, 2015)
Synth-pop espectral de mínima
fidelidad. Jimmy Moonboots atiende normalmente más a la elaboración de piezas
instrumentales, pero cuando se ha puesto a dar voz a alguna de ellas el
resultado es atractivamente abisal –la canción titular- e indómito –“You'll
Have To Kill Me”-. Echa un cable Lili de la Mora, que hiciera con Ryan
Francesconi aquel clásico de la década pasada, “Through the Trees”. Aquí su bandcamp con una muestra.
Joe Crepúsculo – “Supercrepus” (Producciones Doradas, 2008)
2008 fue sin lugar a dudas el año
de Joël Iriarte. Compatibilizando su labor a las teclas en Tarántula, arrancó
en solitario en dicho año ni más ni menos que con dos discos-hito dentro de la
prececible escena nacional –este y el aún mejor “Escuela de Zebras”, un
comienzo que aún no ha logrado igualar-, un arrebato creativo atiborrado de
ideas y desparpajo. Entre la chulería vocal de unos Burning, el deje alucinado
de Poch, el tecno-casero de Aviador Dro o los Radio Futura de Herminio Molero. “Nunca creí en los dioses, ni cambiar la
sociedad y ahora sé que el fin no fue importante jamás”. Aquí en Spotify.
John Cyrus – “Diskow” (autoeditado, 2014)
Más que dignos continuadores de
las enseñanzas de Stephin Merritt vía Future Bible Heroes, en su grabación más
larga hasta la fecha -6 canciones-. Abundan las dianas electromagnéticas, la
pulcritud en los beats y una singular capacidad para embestir las
programaciones con turgentes dibujos de teclado en pos de estribillos
diamantinos. Parece fácil, pero hay que saber cuadrarlo todo como en “Diskow”. Aquí su bandcamp.
John Southworth – “Human Cry” (Barnyard, 2010)
El mejor escritor de canciones de
los últimos veintipico años recuperó las confidencias más intimistas y hondas del
revelador “The Pillowmaker” (2006) –“Sadness Came Back”- tras el capricho synth
de “Mama tevatron” (2009) en otra docena de piedras preciosas. Se volvió a dejar
mecer por el Donovan y el Cohen más minimalistas o por el Bacharach más
primordial. Podría haber elegido en esta selección el aupado –en el mercado alemán- y doble “Niagara”
(2014) o el hasta el momento último trabajo –“Small Town Water Tower” (2016)-
pero pasa con este británico afincado desde hace la tira en Canadá que este
tipo de dilemas son moneda común. Es lo que tienen la clase y el genio. Aquí su bandcamp.
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