domingo, 22 de julio de 2018

Diez años en Vailima: Discos 2008-2018 (IV)





Fujin Club – “Fujin Color” (Grand Pacific Work Inc., 2016)

Enigmática formación proveniente de Sado (isla del oeste de Japón) que practica un pop muy cuidado y detallista –obsesionado además con temas marítimos y vacaciones interminables- que hunde sus raíces en el shibuya-kei de los años noventa. Irresistibles rebanadas de easy-listening (“Take a boat”), funk –“Rhapsody of Nagisa” recuerda poderosamente a Nona Reeves- mezcladas con elegancia suprema -“Gourmet Travelogue”- y vocación de ultrahit -“I will go to my bride”, que tanto recuerda a los Pizzicato Five-. Aquí en Soundcloud.



  

Gain – “End Gain” (Mystic, 2016)

O cuando el k-pop adquirió la mayoría de edad. Reconvirtiendo el producto de usar y tirar en un pop cuidado, sentido e insuflado de arreglos orquestales con sabor a big band lozana y quimérica. Si “The Forest of Firefilies” apuesta por lo insondablemente emocional, este impactante ep casi concluye con “Secret”, una inesperada aportación que es mixtura de flamenco-pop oxigenado y cliché latino que parecería destinado expresamente a la parrilla de Radiolé. Tremendo. Aquí en Spotify.





Gay Angel – “Gay Angel” (autoeditado, 2014)

Jake Bellissimo empezó con dicho nombre haciendo minimalismo instrumental –sentado al piano mayormente- para iniciar con posterioridad una etapa de pop cantado como Gay Angel. De alguna manera más cerca vocal y logísticamente de Sean Nicholas Savage que de John Maus, y muy influido por el Bowie de “Hunky Dory” ya sea a las teclas o con una acústica de por medio, al ser un producto totalmente DIY devendría en un R. Stevie Moore o un David Baker (primer vocalista de Mercury Rev) emulando a John Cale. O en una especie de Marc Almond –aparentemente- desganado con la elegancia dramática de Louis Philippe a cuestas. Todo ello empaquetado en una exquisita portada que el fotógrafo David Wojnarowicz dedicó a un hipotético Arthur Rimbaud trasplantado del París de la Comuna al Nueva York arty de los setenta. Posteriormente ha realizado algún que otro kilométrico álbum influido por Stephin Merritt tanto estilísticamente como en la duración de sus conceptos que aún está pendiente de estudio por nuestra parte. Aquí su bandcamp.





GG Quintanilla – “Iberona” (autoeditado, 2011)

Inducción ‘chinarresca’ –“En Vuestro Mundo”, “Ligón Consorte”- conjuntada con baladas ontológicas –“Max Weber”-, esforzados dardos tecno-pop –“Algo parecido al amor”- y necesarios posicionamientos de agitación –“Gulag”-. La más elocuente y certera grabación de Garikoitz Gamarra –de entre las quince, aproximadamente, que ya acumula con su alter-ego- al margen de Ornamento y Delito. Aquí su bandcamp.





Graveola E O Lixo Polifônico – “Vozes Invísiveis Ou Dois E Meio” (autoeditado, 2014)

Después de la excentricidad dominante de sus anteriores producciones, Graveola hicieron el esfuerzo por precisar y reunir lo más granado de sus habilidades como forjadores de bellas y evocadoras melodías en el cuarto de sus álbumes: el objetivo era tocar más la fibra sensible y aparcar la psicodelia burlona de antaño. Más reflexivos y conscientes que nunca en el apartado literario, en el estrictamente musical interiorizaron definitivamente las enseñanzas de los pesos pesados del tropicalismo –y su post:  Veloso, Gil, Buarque, Cantuária…- para acabar plasmando con éxito los patrones sincréticos de la MPB. Más información aquí.





Grouper – “Ruins” (Kranky, 2014)

Menos experimental que de costumbre en las formas y más en el plano sentimental, Liz Harris rubricó en “Ruins” un monumento al post-pop catatónico y ‘out of space’ producto de un reparador y coyuntural retiro portugués. Imbricó el sonido ambiente con susurrantes revelaciones anímicas entre bucles de piano y coros de batracio. Bienaventurada la grabadora que pudo captar una de las más demoledoras cicatrizaciones de los últimos años. Aquí su bandcamp.





Guillaume Stankiewicz – “Les Années” (autoeditado, 2017)

Entre el aire encandilador de Rodrigo Amarante y la sombra alargada de Dominique A, Stankiewicz posee un desarrollado instinto adulto de la composición, lo que le permite dominar a la perfección tempos, espacios, atmósferas, distribuciones estructurales y las tensiones de que todo ello se derivan. Conclusión previsible:  disco impropio de un debutante. Ni músico en ciernes o prometedor ni zarandajas por el estilo: aquí hay un creador hecho y derecho, con piezas sobradas de carisma que solo necesitan una difusión más acorde a su innegable talento: allá va un modesto granito de arena. Más información aquí.





El Guincho – “Pop negro” (Young Turks, 2010)

Después del loco –pero insuficiente- impulso de “Alegranza” –“Palmitos Park” y ocho más- Pablo Díaz-Reixa viró más que nunca en “Pop negro” hacia el poder de las canciones, de la melodía y sus implícitas resonancias: manifiesto a la concreción después de noches vertiginosas e inacabables. La versión en cinemascope, “plástica y valiente”, del canario, sin perder sus señas de identidad y con el fin último de coronar su visión mutante y enfebrecida: síntesis perfecta entre la vanguardia, ritmo y comercialidad. Un globo sonda entre lo antillano, el prurito kitch, el ska o el smooth soul. ¿”Hiperasia”?: corramos un tupido velo… Más información aquí.




  
Hand Habits – “Wildly Idle (Humble Before the Void)” (Woodsist, 2017)

Nanas de tonos sepia, country-pop insinuado y relajación de fachada displicente. Las canciones de Meg Duffy son como esas inquietantes fotos de principios del siglo pasado que han sobrevivido con algunas partes borradas mientras que las que no lo están conservan una mirada latente que va cobrando forma a medida que las repasas. ¿Qué hace usted escuchando a Angel Olsen?. Aquí en Spotify.





Hanging Up the Moon – “It's All Here Somewhere” (Kitchen, 2018)

Sean Lam, singapurense de su tiempo: CEO en una prestigiosa empresa de marketing y diseño gráfico que compagina con su proyecto musical inicialmente en solitario. Presteza con los ribetes de la guitarra solista –escuela Felt… y hasta Nick Drake-, melodías a la altura de Neil Hannon, el mismo encanto cuasi-mórbido de las grabaciones de folk de dormitorio de Yoñlu y, en general, virguerías de folk estratosférico y pastoral. Más información aquí.





Hitomitoi – Ecstasy (Billboard, 2017)


La norteña Hitomi Amano (natural de Sapporo) se ha ido labrando poco a poco una trayectoria cada vez más valiosa, compuesta hasta el momento de diez álbumes, la mayor parte de ellos con buenas razones para seleccionar de entre los mismos auténticas joyas en bruto. “Ecstasy” es, sin lugar a dudas, el más completo y rotundo, orientado concisamente al shibuya-kei. Hits incontestables como “Serpent Coaster” –entre Pizzicato y Negicco- o ese broche final inmejorable que es “Varadero via L.A.”; también hay perlas de electro-swing -“Flash of Light”-, baladones lujuriosos –“Discotheque Sputnik”, “Swept Away”- o remembranzas del mejor sophisti-pop –“Blue, Midnight Blue”, con Matt Bianco/Basia en el recuerdo- ayudando a situar definitivamente a Hitomitoi entre las realidades más contrastadas del pop nipón actual. Aquí en Spotify.

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