Juan Luis Guerra y 4.40 – “Todo Tiene su Hora” (Capitol Latin-Universal,
2014)
El mejor disco del dominicano
desde el legendario “Bachata Rosa” (1990). Un retorno a la comercialidad mejor
entendida y a la inmediatez en detrimento del ejercicio de estilo –y no al
contrario, como en sus últimas producciones-. Bombas con pátina de doo wop
–“Tus Besos”-, de salsa –“Canto a Colombia”, con una letra magistral-, de son
–“Para que sepas”, que parece escrita para Compay Segundo- y, por supuesto, del
sempiterno merengue, todo ello con las dosis adecuadas de azúcar. La
recuperación del estado de gracia de un compositor esencial. Aquí en Spotify.
Juan Perro – “El Viaje” (La Huella Sonora, 2016)
Acústico por exigencias del guión
–la cada vez más cautelosa edición en formato físico-, para para degustar sin
aditivos ni trucos de estudio. El mecanismo compositivo –en modo esquemático-
de uno de los pilares fundamentales del pop español de siempre y probablemente
del último baluarte de su generación comprometido por encima de cualquier otra
consideración con la exigencia artística. Mientras sus contemporáneos se
debaten entre la depresión, la autoparodia y la concesión más vil a la
nostalgia y al dinero fácil, Santiago Auserón avanza aferrado a la invención,
con más vigor melódico que nunca y dentro de la amplia paleta de recursos
estilísticos –son, bolero, ranchera, copla, rocanrol- con la que suele
funcionar habitualmente. Sin olvidar su pulcritud en los textos. Cada vez más
artesano, cada vez más incorruptible y entrañable. “Vergel de señorío” para otro trabajo histórico. Más información aquí.
Katarzyna Groniec – “Ach!” (Warner Poland, 2018)
Una de las (pen)últimas damas de
la canción polaca en su trabajo más intenso y perturbador, formando un
triunvirato compositivo con otros eminentes de lo alternativo en su país, como
son Marcin Bors y Barbara Wronska . Canción de autor muy contenida con la
sombra del Nick Cave de “Let Love In” bien alargada -“Na Pół”,
“Nie Kocham”, “Konie”-, la espiritualidad de Leonard Cohen –“Kanaan”- o la
espacialidad de Björk –“ Się
Rozpłacz”- sin perder su identidad ‘poezja śpiewana’.
Aquí en Spotify.
King Creosote & John Hopkins – “Diamond Mine” (Domino, 2011)
Pues sí. Estando Roger Quigley
más que desaparecido bueno es Kenneth Anderson -aka King Creosote-. En “Diamond
Mine” sobrevuela el sentido de lo postrero al que estaba abonado la cabeza
visible de The Montgolfier Brothers, aunque con un quejido más frondoso por
parte del escocés. El apego electrónico de Hopkins, su partenaire, está muy tamizado
con el fin de dar prioridad al sentimiento en detrimento de una carcasa que
pudiera haber frenado esta emoción. Solo por la final “Your Young Voice” -una
de las baladas más preciosas del mundo, como cogida en mitad de una toma- ya
merecería la pena el disco, mas... Aquí en Spotify.
Koto – “Platonic Planet” (Nat, 2015)
La alternativa a las anfetaminas
o la cocaína es este disco imparable, frenético y eufórico que no deja
prácticamente respiro a lo largo de sus ocho piezas. El último ídolo de masas
en el país del sol naciente tritura literalmente todas las influencias que se
pongan a su paso: Bis, shibuya-kei, el hi-energy de los ochenta, rap y mil
cosas más a ritmo endiablado pero ultrapegadizo, descarado y sideral. [extraído
de la entrega V de los discos imprescindibles de
pop japonés].
Lau Nau – “Poseidon” (Beacon, 2017)
Art pop bordeando las impávidas
aguas de la new age. La finlandesa Laura Naukkarinen bautizó muy acertadamente
este disco de espacios abiertos, mares inabarcables y nanas apenas
aprehensibles. Ahondando en su espíritu aventurero, en algún momento recuerda
hasta a la cacharrería de Pascal Comelade –“Suojaa Uni Meitä”-. Pop élfico. Aquí en
Spotify.
Leonard Cohen – “You Want It Darker” (Columbia, 2016)
Parecía difícil superar una
vuelta tan restablecedora como “Old Ideas” (2012) pero el bardo de Montreal,
que cocinó a lo largo de los años y a fuego lento una discografía casi
perfecta, tenía que despedirse acorde con su estatura artística –EL CANTAUTOR-,
entregándose a Dios con fervor y superación. Por última vez le vimos
transformar un voz limitada y cuatro contados acordes en imprescindible poesía
doliente y eterna. La canción -tétricamente zen- que da título al álbum,
“Treaty” o “Steer You Way” nos devolvieron, por última vez, al mejor
economizador de la historia. Sus enseñanzas y el pasmo ante los resultados no hacen
más que seguir serpenteando en nuestra memoria. Aquí
en Spotify.
Linda Perhacs – “The Soul Of All Natural Things” (Asthmatic Kitty,
2014)
Más de cuarenta años después, la
continuación del mítico “Parallelograms” (1970) era un hecho. Como una victoria
inesperada –dulcísima- mucho más allá del tiempo reglamentario, coloreada de
sencilla y gratificante épica. Perhacs cambió los empastes por las recetas del
herbolario tanto en letra como en música. El folk alucinado de antaño sigue
estando ahí, pero ahora más atemperado y acompañado del pop arty a la manera de
Jane Siberry, Anna Domino y Björk o del placebo mainstream de Fleetwood Mac. Un
coqueto disco funcional para casi todos los (apacibles) públicos que convence y
se acomoda sin problemas en el subconsciente. Más información aquí.
Little Joy – “Little Joy” (Rough Trade, 2008)
Sunshine folk perpetrado entre
Rodrigo Amarante (Los Hermanos, Orquesta Imperial), Fab Moretti (The Strokes) y
la novia del segundo Binki Shapiro. Entre el previsible aroma tropicalista que
aporta el primero de ellos, el combativo pulso del segundo, el estrato oral de
Astrud Gilberto de la última y, de propina, el enseñoreamiento vintage de The
Clientele. Una unión puntual que dio unos más que cuantiosos –en términos
artísticos- beneficios. Diez años después sigue sonando con la venerable
espontaneidad de quienes se divierten haciendo arte. Más que sumar, multiplicaron.
Aquí
en Spotify.
Lotte Kestner – “The Bluebird Of Happiness” (Saint Marie, 2013)
Imponente. Hace de los recursos
ajustados una tenaz apología de lirismo ambiental, ya sea contagiándose de la
misma dulzura que The Innocence Mission -“String”-, equiparándose al manejo
eclesiástico de Low -“Westler”- cuando a éstos también les da por ensuciar sus
pequeñas epopeyas con sutiles efectos, o agitando la misma espesura boscosa que
Vashti Bunyan -“Little Things”- para acabar, en la misma canción, tan oxigenada
como Bic Runga mientras revolotea de modo tenue el espíritu de Cocteau Twins.
Kestner conmueve, fija y da
esplendor a los afluentes del pop más intimista y solemne. This decade’s girl.
Más información aquí.
Louise Le May – “A Tale Untold” (Folkwit, 2015)
Producido por el distinguido
Louis Philippe, “A Tale Untold” bien podría confundirse a simple escucha con
cualquiera de las (delicadas y exquisitas) grabaciones del francés, pero esta
vez se trataba de apadrinar la calidad como autora de esta británica de Middlesex.
El fruto de esta cooperación fue un cuento de hadas mimado –y “filmado”- hasta
el más mínimo detalle, con una atmósfera de escalofriante encanto: línea
directa hacia la música de las esferas. Todo el álbum es una preciosidad como
pocas, pero basten “Sink and Swim” o la propia “A Tale Untold” para hablar de
una agudeza sensitiva fuera de lo normal. Aquí
en Spotify.
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