martes, 24 de julio de 2018

Diez años en Vailima: Discos 2008-2018 (VI)





Juan Luis Guerra y 4.40 – “Todo Tiene su Hora” (Capitol Latin-Universal, 2014)

El mejor disco del dominicano desde el legendario “Bachata Rosa” (1990). Un retorno a la comercialidad mejor entendida y a la inmediatez en detrimento del ejercicio de estilo –y no al contrario, como en sus últimas producciones-. Bombas con pátina de doo wop –“Tus Besos”-, de salsa –“Canto a Colombia”, con una letra magistral-, de son –“Para que sepas”, que parece escrita para Compay Segundo- y, por supuesto, del sempiterno merengue, todo ello con las dosis adecuadas de azúcar. La recuperación del estado de gracia de un compositor esencial. Aquí en Spotify.





Juan Perro – “El Viaje” (La Huella Sonora, 2016)

Acústico por exigencias del guión –la cada vez más cautelosa edición en formato físico-, para para degustar sin aditivos ni trucos de estudio. El mecanismo compositivo –en modo esquemático- de uno de los pilares fundamentales del pop español de siempre y probablemente del último baluarte de su generación comprometido por encima de cualquier otra consideración con la exigencia artística. Mientras sus contemporáneos se debaten entre la depresión, la autoparodia y la concesión más vil a la nostalgia y al dinero fácil, Santiago Auserón avanza aferrado a la invención, con más vigor melódico que nunca y dentro de la amplia paleta de recursos estilísticos –son, bolero, ranchera, copla, rocanrol- con la que suele funcionar habitualmente. Sin olvidar su pulcritud en los textos. Cada vez más artesano, cada vez más incorruptible y entrañable. “Vergel de señorío” para otro trabajo histórico. Más información aquí.





Katarzyna Groniec – “Ach!” (Warner Poland, 2018)

Una de las (pen)últimas damas de la canción polaca en su trabajo más intenso y perturbador, formando un triunvirato compositivo con otros eminentes de lo alternativo en su país, como son Marcin Bors y Barbara Wronska . Canción de autor muy contenida con la sombra del Nick Cave de “Let Love In” bien alargada -“Na Pół”, “Nie Kocham”, “Konie”-, la espiritualidad de Leonard Cohen –“Kanaan”- o la espacialidad de Björk –“ Się Rozpłacz”- sin perder su identidad ‘poezja śpiewana’. Aquí en Spotify.





King Creosote & John Hopkins – “Diamond Mine” (Domino, 2011)

Pues sí. Estando Roger Quigley más que desaparecido bueno es Kenneth Anderson -aka King Creosote-. En “Diamond Mine” sobrevuela el sentido de lo postrero al que estaba abonado la cabeza visible de The Montgolfier Brothers, aunque con un quejido más frondoso por parte del escocés. El apego electrónico de Hopkins, su partenaire, está muy tamizado con el fin de dar prioridad al sentimiento en detrimento de una carcasa que pudiera haber frenado esta emoción. Solo por la final “Your Young Voice” -una de las baladas más preciosas del mundo, como cogida en mitad de una toma- ya merecería la pena el disco, mas... Aquí en Spotify.




  
Koto – “Platonic Planet” (Nat, 2015)

La alternativa a las anfetaminas o la cocaína es este disco imparable, frenético y eufórico que no deja prácticamente respiro a lo largo de sus ocho piezas. El último ídolo de masas en el país del sol naciente tritura literalmente todas las influencias que se pongan a su paso: Bis, shibuya-kei, el hi-energy de los ochenta, rap y mil cosas más a ritmo endiablado pero ultrapegadizo, descarado y sideral. [extraído de la entrega V de los discos imprescindibles de pop japonés].




  
Lau Nau – “Poseidon” (Beacon, 2017)

Art pop bordeando las impávidas aguas de la new age. La finlandesa Laura Naukkarinen bautizó muy acertadamente este disco de espacios abiertos, mares inabarcables y nanas apenas aprehensibles. Ahondando en su espíritu aventurero, en algún momento recuerda hasta a la cacharrería de Pascal Comelade –“Suojaa Uni Meitä”-. Pop élfico. Aquí en Spotify.





Leonard Cohen – “You Want It Darker” (Columbia, 2016)

Parecía difícil superar una vuelta tan restablecedora como “Old Ideas” (2012) pero el bardo de Montreal, que cocinó a lo largo de los años y a fuego lento una discografía casi perfecta, tenía que despedirse acorde con su estatura artística –EL CANTAUTOR-, entregándose a Dios con fervor y superación. Por última vez le vimos transformar un voz limitada y cuatro contados acordes en imprescindible poesía doliente y eterna. La canción -tétricamente zen- que da título al álbum, “Treaty” o “Steer You Way” nos devolvieron, por última vez, al mejor economizador de la historia. Sus enseñanzas y el pasmo ante los resultados no hacen más que seguir serpenteando en nuestra memoria. Aquí en Spotify.





Linda Perhacs – “The Soul Of All Natural Things” (Asthmatic Kitty, 2014)

Más de cuarenta años después, la continuación del mítico “Parallelograms” (1970) era un hecho. Como una victoria inesperada –dulcísima- mucho más allá del tiempo reglamentario, coloreada de sencilla y gratificante épica. Perhacs cambió los empastes por las recetas del herbolario tanto en letra como en música. El folk alucinado de antaño sigue estando ahí, pero ahora más atemperado y acompañado del pop arty a la manera de Jane Siberry, Anna Domino y Björk o del placebo mainstream de Fleetwood Mac. Un coqueto disco funcional para casi todos los (apacibles) públicos que convence y se acomoda sin problemas en el subconsciente. Más información aquí.





Little Joy – “Little Joy” (Rough Trade, 2008)

Sunshine folk perpetrado entre Rodrigo Amarante (Los Hermanos, Orquesta Imperial), Fab Moretti (The Strokes) y la novia del segundo Binki Shapiro. Entre el previsible aroma tropicalista que aporta el primero de ellos, el combativo pulso del segundo, el estrato oral de Astrud Gilberto de la última y, de propina, el enseñoreamiento vintage de The Clientele. Una unión puntual que dio unos más que cuantiosos –en términos artísticos- beneficios. Diez años después sigue sonando con la venerable espontaneidad de quienes se divierten haciendo arte. Más que sumar, multiplicaron. Aquí en Spotify.





Lotte Kestner – “The Bluebird Of Happiness” (Saint Marie, 2013)

Imponente. Hace de los recursos ajustados una tenaz apología de lirismo ambiental, ya sea contagiándose de la misma dulzura que The Innocence Mission -“String”-, equiparándose al manejo eclesiástico de Low -“Westler”- cuando a éstos también les da por ensuciar sus pequeñas epopeyas con sutiles efectos, o agitando la misma espesura boscosa que Vashti Bunyan -“Little Things”- para acabar, en la misma canción, tan oxigenada como Bic Runga mientras revolotea de modo tenue el espíritu de Cocteau Twins. Kestner conmueve, fija y da esplendor a los afluentes del pop más intimista y solemne. This decade’s girl. Más información aquí.





Louise Le May – “A Tale Untold” (Folkwit, 2015)


Producido por el distinguido Louis Philippe, “A Tale Untold” bien podría confundirse a simple escucha con cualquiera de las (delicadas y exquisitas) grabaciones del francés, pero esta vez se trataba de apadrinar la calidad como autora de esta británica de Middlesex. El fruto de esta cooperación fue un cuento de hadas mimado –y “filmado”- hasta el más mínimo detalle, con una atmósfera de escalofriante encanto: línea directa hacia la música de las esferas. Todo el álbum es una preciosidad como pocas, pero basten “Sink and Swim” o la propia “A Tale Untold” para hablar de una agudeza sensitiva fuera de lo normal. Aquí en Spotify.

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