domingo, 29 de julio de 2018

Diez años en Vailima: Discos 2008-2018 (X)





Priscilla Ahn – “When You Grow Up” (Blue Note, 2011)

El segundo disco de esta niña prodigio de la escena mainstream norteamericana coqueteaba a partes iguales entre el pop y el country –es decir, entre la ligereza y el tradicionalismo-, sin apenas dar una nota más alta que otra, con el tesón de acariciarte y resultar agradable hasta el empalago. Contenía "City Lights (Pretty Lights)", compuesta a medias con la pujante Inara George (The Bird and the Bee). Como Bic Runga, Ahn transita por terrenos más que conocidos, pero lo hace con una inteligencia y un mimo desarmantes. Ha coqueteado con la electrónica y ha puesto música a alguna que otra película de anime después, pero “When You Grow Up” sigue siendo su trabajo más logrado. Aquí en Spotify.





Rachel Zeffira – “The Deserters” (RAF, 2012)

En paralelo a su aventura en Cat’s Eyes con Faris Badwan, cantante de (¡glups!) The Horrors, la soprano canadiense Zeffira probó suerte en solitario con un disco que parece salido de la escudería 4AD –sección preciosista y etérea- muy cuidado instrumentalmente –clarinetes, flautas, harpas, otras cuerdas- y melodías de engañoso fulgor y marcado romanticismo. Ideal para fans de Shelleyan Orphan, This Mortal Coil o Jane Siberry. Aquí en Spotify.





Rodrigo Amarante – “Cavalo” (Slap, 2013)

Tras la huida hacia delante que supuso el final del rock mestizo elemental -y mediático- de Los Hermanos a través de sus internadas sambistas neo-arrabaleras en Orquestra Imperial o del indie folk de Little Joy, el carioca apostó por redescubrirse como compositor y por dar con el túetano de un proceso que a menudo se difumina en el local de ensayo junto a otros cómplices y sus respectivas cuotas de intervencionismo. Resucitó el espirítu post-punk contenido y existencialista de Renato Russo y sus añorados Legião Urbana, recordó a Dominique A en el nervio eléctrico controlado y se acercó al acratismo tan propio de Tom Zé. Guiños a Caetano Veloso, movimientos a cámara lenta tipo At Swim Two Birds… Amarante exorcizó sus cuitas con el éxito y el aprecio soberanamente. Más información aquí.





Rose McDowall – “Cut With The Cake Knife” (Sacred Bones, 2015)

Disco inédito cuya fecha de publicación debiera haber sido en un principio 1989 (aproximadamente) y que, sin embargo, vio la luz de manera un tanto clandestina en 2004. Reimprimido como se merecía en 2015 recopilaba las avanzadas maquetas de la segunda mitad de los ochenta de Rose McDowall, mitad del dúo escocés Strawberry Switchblade. “Cut With The Cake Knife” funciona como perfecta continuación del disco homónimo de aquél proyecto: exuberante compendio de pop electrónico bailable, canción teen y melodías que entroncaban con el espíritu indie de aquel momento. Entre las Shangri-Las, Talulah Gosh y las primeras Bananarama. Más información aquí.





Saint Etienne – “Home Counties” (Heavenly, 2017)

Uno de los mejores trabajos del trío más entrañable de los años noventa. Tocado con la varita mágica de la exaltación y del entusiasmo en la mayor parte de los compases –pop sesentas, boogaloo, electro-, mientras las letras diseccionaban con vigor casi informativo las vicisitudes del día a día en su suburbia compartida. Cuando el enciclopedismo pop se desenvuelve con maestría más allá del papel. Aquí en Spotify.





Sally Shapiro – “Somewhere Else” (Paper Bag, 2013)

Despedida de los suecos con su disco más maduro, equilibrado y competente. La desembocadura en el eurobeat –que no italo, por mucho que uno de sus títulos haga homenaje explícito- y el pop electrónico de principios de los noventa se saldó con la sublimación de ese cruce entre pop modoso y música de baile más o menos hortera: estrofas a lo Saint Etienne y estribillos marca Pet Shop Boys. Más información aquí.





San Diego – “Disco” (autoeditado, 2017)

Diego De Gregorio es la penúltima revelación italo-pop-wave. Bregado inicialmente en el rap heterodoxo tuvo la feliz idea de reciclarse con el sobrenombre de San Diego en las bondades del pop sintético, irónico y audaz. Su primer álbum solo deparó gratas sorpresas, dominadas por un fino instinto melódico que le acercaba tanto a Savage como a El Guincho, tanto a Domenico Modugno como a Michael Fortunati o hasta a Pino D’Angio. La sombra de Francesco Gabbani (el de “Occidentali’s Karma”), afortunadamente, empieza a ser alargada. [extraído del especial retrowave en Caninomag]




  
Sayonara Ponytail – “You Are My Universe” (T-Palette, 2018)

Intrigante quinteto femenino que destila philly sound, flechazos pop, predisposición idol, tonalidades ’beatle’ y supuraciones techno-kayō por los cuatro costados. El clasicismo en el buen entender del país del sol naciente. Golosina infecciosa hacernos bailar irremediablemente. [extraído del post (Más) Discos recomendables de pop japonés]





Sean Nicholas Savage – “Flamingo” (Arbutus, 2011)

Antes de rendirse definitivamente a los falsetes de Green Gartside, SNS escribió uno de esos discos con madera de clásico de aquello que llamábamos indie-pop, con esa gracia congénita para aunar intuición, talento e inventiva bajo el paraguas del estrecho presupuesto. En “Flamingo” ya se percibían esos brochazos blancos a sedosos postulados -Marvin Gaye o Curtis Mayfield filtrados convenientemente por la minipimer de Orange Juice o hasta Momus- que luego han sido obsesión en su carrera. Epítome de pop libre hecho con mucha ironía, calculado hipsterismo –editado originalmente solo en cassette- y la máxima promiscuidad expresiva. Aquí en Spotify.





Shakatak – “Afterglow” (JVC, 2009)

Entonces con 25 discos a sus espaldas y una carrera sin sobresaltos era aventurado pensar que los británicos entregaran hace casi diez años uno de sus discos más completos y clarividentes. Exultantes como en sus mejores tiempos -¡con qué goce y savoir faire canta aquí la gran Jill Saward!-, impecables melódicamente gracias a los recovecos armónicos y a los dibujos de sus carismáticos bajos. Exquisitas baladas o recurrentes ritmos brasileños: sonando con una calidez que solo pueden dar los años y la creencia sin ambages en su sonido característico. Más información aquí.





Simon Bookish – “Everything/Everything” (Tomlab, 2008)


Locura tecno-pop de tintes vodevilescos, cáusticos y neoclásicos a la manera de un King of Luxembourg o unos The Bonzo Dog Doo-Dah Band. Leo Chadburn, mucho menos experimental que en entregas anteriores, jugaba de frente con The Divine Comedy, Owen Pallett –no en vano le ha hecho varias remezclas al antiguo Final Fantasy- o Nick Currie. Una joya que, quizá incomprensiblemente, aún no ha tenido continuación –“Epigram / Microgram (CZ)” (2013), con su verdadero nombre, tiraba por derroteros radicalmente diferentes-. Y digo bien con quizá, porque al llegar aquí al “Colophon” a uno no se le ocurren broches finales de tanta envergadura. Aquí en Spotify.

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