lunes, 30 de diciembre de 2024

Ghostland (Pascal Laugier, 2018)





El denominado Nuevo Extremismo Francés poco a poco ha ido desgarrando la placenta de la escena cinematográfica nacional para ir salpicando otras, cada vez con más impacto en el espectador medio. Ahí está el recientísimo caso de "The Substance" de Coralie Fargeat, notable grand gignol de serie B que ya hecho del body horror un plato del gusto de las taquillas de medio mundo. Dentro del paraguas de tan descriptivo 'movimiento' se sitúa Pascal Laugier, que causó absoluta sensación con su segunda "Martyrs" (2008) -una de las cintas más sádicas que se recuerdan- tras un debut fantasmal con "Saint Ange (Sanatorium)" (2004), bastante discreto.

A punto estuvo Laugier de replicar el impacto de "Martyrs" con su primera financiación canadiense -"Ghostland" es la segunda- "The Tall Man" (2012): estéticamente irreprochable, y con algunos giros de guión verdaderamente logrados, a la que le pudo un cierto regusto moralizante que casi empañó tan apreciable producción.

Cuando llegó la que nos ocupa -también conocida como "Incident in a Ghostland", que es también la novela escrita por la protagonista en el film-, de momento su cuarta y última película, pareciera que nuestro director iba a conocer su definitiva entronización en el circuito internacional, pero la verdad es que parece que el favor de crítica y público le situaron en un nebuloso término medio, otorgándole con ello un cierto aura de malditismo, a todas luces injusto con respecto a sus capacidades.






"Ghostland" -inspirada muy ligeramente en la novela de misterio del autor Jean Hager- habla de la mudanza de una mujer separada -en la vida real la estrella pop también canadiense Mylène Farmer- y sus dos hijas -una de ellas escritora de terror en ciernes en la ficción- a una mansión solitaria heredada de una malograda familiar, donde serán víctimas de un ataque (o 'home invasion') por parte de dos oscuros personajes -remarcable por especialmente inquietante la participación del actor secundario Kevin Power como la conductora del camión de dulces-, intérpretes como sacados de "Asylum" o de "Freak Show", las dos mejores temporadas de "American Horror History".

Desde el principio se percibe una forma de planificación que no oculta sus raíces e influencias: hay guiños a "Duel" de Spielberg, a "The Texas Chain Saw Massacre", "Friday the 13th", "The Shining", "Delicatessen" o al Terry Gilliam menos indigesto, pero también a la Alicia de Lewis Carroll, tan socorrida siempre para el mundo del celuloide y, en plan aún más explícito, al "The Case of Charles Dexter Ward" de Lovecraft, autor que incluso se hace de carne y hueso ya avanzada la película. Pero todos estos guiños y homenajes -incluidos detalles vintage o anacrónicos como la máquina de escribir o el auto casi de época- no ahogan o entorpecen la historia, de por sí con la suficiente fuerza para poder andar sola, sino que funcionan como gratificante aditivo.






El guion, que a priori nos puede parecer en extremo bizarro -¿por qué la hija escritora se marcha de la casa y deja a su madre y a su hermana padeciendo psicológicamente las huellas de la terrible agresión?-, cobra todo su sentido según avanza el metraje, con el más que aceptable dominio de Laugier para conducir el curso de los acontecimientos a su antojo. Para manejar igualmente a la perfección la ilusión del recuerdo y la presencia de lo ausente a través de una imaginación ilimitada. La metáfora de la salud mental (sea tras un shock traumático o no), verdadera pandemia de nuestro tiempo, consigue hacernos normalizar sus perturbaciones y sus más recónditos terrores a medida que avanzan las secuencias. La acción, con sus consabidas dosis de tenaz crueldad, se acompaña de prudentes pinceladas, bien dosificadas, de slasher -alejándose a su vez de La Nueva Carne-, para que no nos falte de (casi) nada.

A la espera de continuación -lo último de Laugier ha sido adaptar por enésima vez a Agatha Christie para la televisión, y de eso hace ya prácticamente un lustro-, bueno es hacer hincapié en "Ghostland", auténtica joya malsana, esquizofrénica, disruptiva e irruptiva.

domingo, 22 de diciembre de 2024

Discos Favoritos de 2024: la playlist

  


De izquierda a derecha y de arriba abajo: Alain Chamfort, Jessica Pratt, Luna Li, Michael Head & the Red Elastic Band, Nano Ayasaka y Gumshoes: parte de la crème de esta temporada



Esto no tiene ningún misterio: se trata de la lista de todos y cada uno de los álbumes de 2024 que he venido reseñando en el blog desde el inicio del año. Sin necesidad de retractarme de ninguno de ellos, como es habitual. El orden es alfabético: odio eterno a los rankings.

Respecto a la playlist, no está organizada por orden de preferencia sino a modo de sesión, haciendo bloques por texturas más o menos similares. Las canciones más rítmicas por el principio y las más lentas hacia el final. Lo más difícil es acomodar las transiciones, como bien sabe cualquiera que se haya puesto manos a la obra en una empresa de este tipo.

A continuación la relación de todos ellos para que podamos verlos juntos. Ha quedado un total de 37. Al final, la prometida playlist con la canción preferida en cada caso.



sábado, 21 de diciembre de 2024

Eyedress, "Vampire in Beverly Hills"

 




Siempre haciendo hincapié en que los discos tienen que durar -como mucho- poco más de media hora, y aquí me tienen reseñando uno que tiene 34... canciones (1 hora y 20 minutos). Sin embargo, la ocasión lo requiere.

Idris Vicuña, filipino de nacimiento pero afincado en Los Angeles, lleva algo más de una década batiéndose el cobre en la escena de la metrópolis estadounidense a base de pop desechable de baja fidelidad y numerosas colaboraciones, ya sea con raperos underground -produciendo mayormente- como Yungmorpheus, YL o Natia, o con luminarias del sunshine synthpop. Su agenda debe ser tan voluminosa que en su último mixtape "Vampire in Beverly Hills" (editado nada más y nada menos que por la multi RCA), como ya ocurriera en su "Full Time Lover" de 2022, la nómina de participaciones estelares reviste la mayor parte del listado de canciones. De ahí seguramente el mismo título genérico -irónico y muy de serie B, a juego con el material-, tratando de extraer al máximo todo el talento de sus amistades 'celebrities'.

Para empezar es el propio Eyedress quien se reserva una de las mejores piezas, "Mrs. Valentine", muy en la onda de otro paladín del dark lo-fi como Male Tears. "How It All Starts", otro de los highlights, no se hace esperar: con Dent May y Pearl & the Oysters a las segundas voces en un exquisito y nostálgico hypnagogic pop. La parte más descaradamente retrowave se corresponde con las apariciones de Wild Nothing y la trapera Rico Nasty en "My Time" y el hit "It's All in Your Head" respectivamente. "Tears in the Rain" parece un bonus track de "Supercrepus II" con autotune, y "I Miss My Poppa" tampoco hubiera desentonado en el "PDA" de Part Time. En la antimilitarista "War Chimes" Vicuña repesca al semiolvidado John Maus, presumiblemente a modo de reconocimiento por influir tanto en ese sonido electro reciclado y mate que se despliega en este álbum, y que a menudo recuerda por otra parte a los Residents del "Commercial Album".






En "Make Up or Break Up" o "Secret Admirer" Eyedress dirige la antena, con sus colegas, al Manchester post-punk. El surf-trap de "Skater Dater", con la barcelonesa Belize Nicolau cantando "todo el día patinando, me pregunto: ¿se follará a su tabla?" es uno de los momentos más hilarantes del disco, que no anda precisamente falto de ellos, y que antecede al r&b que se pone preeminente con "Birkin", "Only Got So Much Time", la propia "Vampire in Beverly Hills" o el Minneapolis Sound de "Waitin In The Ride" (con el otrora partenaire de Mac DeMarco, HOMESHAKE). 

Pantagruélico, desternillante y mordaz 'work in progress', para regocijo de los seguidores de los sonidos sintéticos voluntariosamente esquivos y desfigurados.

viernes, 20 de diciembre de 2024

Wado + Zeca Baleiro, "Coração Sangrento"

 




Los efectos de la pandemia de 2020 siguen muy presentes en nuestros días. En el ámbito artístico, repertorios que se fueron alumbrando poco a poco a resguardo de mascarillas, distanciamiento social y una incertidumbre más acusada que de costumbre siguen saliendo a la luz casi un lustro después. Es el caso de esta colaboración entre estos dos artistas brasileños: por una parte el otrora rapero tropicalista Zeca Baleiro (con su disco "Vô imbolá" de 1999 como estandarte de su discografía) y por la otra Wado ("Samba 808"), uno de los nombres propios del denominado 'rock periférico' de aquel país, contemporáneo del "Samba Esquema Noise" de Otto y compañía -con quien ha colaborado esporádicamente, así como con otros nombres comentados aquí recientemente como Lucas Santtana-.

La colaboración igualmente eventual entre nuestros dos protagonistas ya viene de lejos, pero era cuestión de tiempo que se plasmase en un trabajo conjunto con más enjundia dada la complicidad y admiración crecientes entre ambos. La covid-19 fue el momento adecuado para unir esfuerzos y aquí está el resultado, que es como mínimo notable. Un disco que, a nivel de ejecución, a lo que más recuerda es a esas producciones de finales de los ochenta y primeros noventa de (lamento recurrir a la horrorosa etiqueta) pop-rock cercanos al mainstream, en apariencia muy convencionales pero que añaden arreglos muy cuidados -realmente apropiada sección de cuerdas aquí- y que, unidos a la proyección de melodías esmeradas hacen que discos como "Coração Sangrento" apetecibles artefactos que escapan de la insipidez de la que normalmente se acompañan álbumes con planificaciones similares.






La primera mitad del disco es absolutamente intachable: desde la canción que da título al disco -como unos Tindersticks para todos los públicos- hasta "Incêndios" nos encontramos con cinco rodajas facturadas con mimo, y entran como un tiro pese a recurrir a soluciones más que previsibles. Funcionan solas, impregnadas de sencilla sabiduría, y eso es todo un éxito: quizá el secreto más preciado de la música popular. Después, compaginan algunas con atavíos algo más atmosféricos formalmente -"Congelou" o "Amores e Celulares"- pero con la misma contumacia en los textos al respecto de la supervivencia descarnada, tanto personal como colectiva, sobre la que giran los mismos.

Feliz maridaje.

miércoles, 18 de diciembre de 2024

Rádio Morto, "Telepatia"

 




Las etiquetas a menudo disuaden, pero hay algunas veces que permiten llegar a proyectos que de otra manera quedarían ocultos en el maremágnum no solamente del ahora, sino de cualquier tiempo. Gracias a ellas, por ejemplo, he podido dar con este proyecto unipersonal del paulistano Raphael Mandra que, casualmente en este 2024 ha dado un giro de 180º a su aventura, centrada hasta este año en el a menudo inane o gratuito experimentalismo sónico de tendencias entre tenebristas y deformantes.

En "Telepatia", onceava grabación de Rádio Morto, el ruido extremo tan presente en anteriores entregas da paso a un dark folk intimista que, sin embargo, no rehúye las interferencias ambientales, que afortunadamente quedan mitigadas como música incidental en segundo plano: como escuchar una canción con auriculares e incorporar a la vez esos sonidos externos (con más o menos estructuración) que suelen colarse de fondo si, pongamos por caso, vamos escuchándola por la calle.






Artísticamente el concepto es ambicioso y consigue su objetivo: fluye esa mezcla entre la sordidez de los textos -a la altura de hitos como el truculento "Cadáver Pega Fogo Durante o Velório" de Fernando Pellón en 1983- y algunos encajes de crujidos y goznes imprevistos con la dulzura melódica y el acompañamiento mayormente acústico, y nos hace pensar en una combinación fiable entre la canción de autor alternativa sudamericana tipo Pippo Spera, Almendra o Eduardo Mateo con el frío avant-garde de unos Death in June. Títulos como "O Abismo" o "Cordão Umbilical" -a ritmo de maitines- son pistas determinantes de aquellas intenciones. La portada también es harto sugerente: ese blanco y negro rural nos transporta a cintas dramáticas imperecederas como el "Macario" de Gavaldón, "El río y la muerte" de Buñuel o hasta "Os Fuzis" de Ruy Guerra.

Bellos y redondos estribillos terminales como los de "Lobo Solitário" u "O Mundo da Percepção" ("um vazio profundo, um mundo sem flor", entona desconsoladamente Mandra) levantan un repertorio que de otra forma hubiera quedado reducido a un mero alarde de congoja mecánica.

Si este es definitivamente el nuevo camino a seguir por Raphael Mandra, desde luego prometemos seguir a la escucha.

lunes, 16 de diciembre de 2024

Rafael Veredas, "Veredas"






Rafael Carvalho es uno de los artistas pujantes de la escena nordestina brasileña (provincia de Pará, concretamente) que parece resistirse a los oropeles del tecnobrega. Veredas -apellido puramente artístico- aúna un perfecto conocimiento de las músicas y danzas clásicas de aquella zona (sobre todo la toada y el coco) junto con el folk de raíz anglosajona y la MPB, todo ello con especial hincapié en las texturas de los años setenta. De ese periodo nos hace entender la importancia de nombres como Sérgio Sampaio, Jards Macalé, Mestre Cupijó o, más cercanos en el tiempo, Arraial do Pavulagem. De este último conjunto viene su líder, Ronaldo Silva, que interpreta junto a Veredas "Toada Noturna", canción que cede con prestancia a los encantos del lundu.

Rafael, además de atinado y versado compositor musical -en "Maracas" seguimos sin problemas las huellas de Jackson do Pandeiro o Dilermando Pinheiro, con la misma frescura que los maestros-, cuida al máximo el aspecto lírico, como en el coco "Faceiro", rimando con gracia, elegancia y criterio: "E tu falava do teu campo, do teu rio/Da noite que teve frio/Do lado do sabiá/E tu falava da esquina perigosa/Da moça escandalosa/Que te fez desafinar". Con una hondura poética que no es usual encontrar actualmente: "Já não sei o que se passa no meu coração/Eu quero um toque diferente na boca da gente/Quero um sopro na imensidão", canta en "Boca do Céu", con ligera pulsión jamaicana y muy buen temple vocal. "Velha Gastrite", descarnado bolero de insinuaciones eruditas, podemos ratificarlo: "a sensação de que a vida é um eterno açoite/Aquele poema assombroso do Baudelaire/Aquele penar que nos tira o restante da fé".






Esto, eso y aquello, junto con lo ceñido del repertorio (8 canciones, y no precisamente largas) hacen de Veredas una deslumbrante y envidiable realidad, por cómo se pueden tener tan claras las ideas y con qué buenos recursos hacerlas plasmar.

Pero la cosa no ha hecho más que empezar: esta es su carta de presentación, escoltada por otras canciones sueltas que no desmerecen el contenido del álbum propiamente dicho. Definitivamente, hay que seguirle la pista.

martes, 3 de diciembre de 2024

Souki Urakami, "遊泳の音楽" [+ Bitei Matsuki, "THE MAGICAL TOUCH" (2023)]

 




¿Es Souki Urakami la respuesta japonesa a Fievel is Glauque? Podría parecerlo tras una escucha superficial: además del gusto por las armonías intrincadas de fisonomía jazz como sucede con Ma Clément y Zach Phillips, el nipón trabaja igualmente con diferentes capas armónicas que luego encaja como si trabajara con varias piezas Goki, cada una de diferente forma.

Pero la ambición de Souki Urakami (nombre artístico sobre el que se esconde este enigmático compositor) prescinde de la psicodelia del dúo mitad belga mitad estadounidense para lanzarse a las turgentes olas del musical clásico. No en vano esta "Natación Nocturna" (podría ser la traducción del título del álbum) parece por momentos la banda sonora de alguna película perdida protagonizada por Esther Williams.




El funk hipermelódico de la segunda canción, "Hito no dansu", también marca su personal hoja de ruta, inclinándole al shibuya-kei con ínfulas de espectáculo de Broadway. "Hikarikagayaku Niwa", con la participación del emergente Ryuta Muneto, es la que se zambulle al final en las procelosas aguas de la improvisación, con el sonido muy presente del steel drum de Trinidad y Tobago como en el caso de su compatriota Natsu Summer. En "Tsuno o Sagasu Hito", representada en dos versiones diferenciadas, encontramos también esos alardes yatch-pop tan caros a históricos tan dispares como Kirinji, Nona Reeves, Donald Fagen o Eiichi Ohtaki.

"遊泳の音楽", la segunda muestra larga de su producción es, en el fondo, una especie de compilación de singles previos actualizados y extendidos para la ocasión junto con otras canciones inéditas. Y, desde luego, una de las más atrevidas y triunfantes que nos podemos echar a día de hoy a los oídos.






Souki Urakami interviene en "Butai no ue de", incluida en el álbum de debut de Bitei Matsuki, publicado a finales del año pasado y que aprovechamos para rescatar aquí. "Butai no ue de", con hechuras de rimbombante big band, nació discográficamente incluso un poco antes: en 2022 apareció como single colaborativo entre ambos artistas.

Bitei, abonado como Urakami al anonimato, apuesta por formas estructurales más claras de j-pop tan energético como sentimental, caso de "Anata no Toriko", aunque no renuncia a pasajes de swing-bop -"Persona"- o a baladas de crack en ciernes -"Hitomi"-.

"Jinsei no Ginmaku" y "Kösen", en mitad del disco, marcan los momentos más álgidos y fantabulosos de la colección. La segunda, con sus sintes entrecortados y ultra-rítmicos y una exuberancia tonal gozosísima se alza como el hit soñado. Otra muestra del potencial avasallador de Japón, el territorio que nos marca el camino.